Independientemente de la calificación de los hechos, lo que
parece que se ha constatado ha sido el desbordamiento de las fuerzas policiales
para manejar diversos actos y concentraciones en los que han intervenido gran
cantidad de personas. Por los relatos que hemos podido escuchar, muchos de los
efectos de la presencia de tantas personas se han movido en el terreno de lo
potencial: temor a agresiones, a anulación de las fuerzas policiales en misión
y a la invasión o toma de edificios en los que se practicaban registros o
confiscaciones. Salvo momentos de “lluvia de botellas de agua”, que resultaron
ser entre dos y cinco, insultos y gestos de rechazo y odio, entorpecimiento del
movimiento de vehículos policiales utilizando vallas y zanjas de obra, y el
efecto que produce la presencia en vías y accesos de miles de personas, muy
pocos de los temores que despertaron las movilizaciones se vieron cumplidos. Ni
se tomaron edificios oficiales, ni naves, ni empresas, ni rehenes; esas cosas
propias de revueltas populares. Los registros se realizaron sin impedimentos
dignos de mención en el interior de los edificios, cosa que, como nos han pintado,
habría sido fácil impedir con esas masas enfervorecidas si se hubiesen
dispuesto a ello. Dicen que Forcadell se apareció por alguna de esas
concentraciones para sacar la mano por la ventanilla del coche y agitar a la
masa, lo que despertó las sonrisas de los abogados que escuchaban el relato.
Ante esta aparición, por aquellas cosas
de la mente, evoqué otras apariciones resplandecientes entre el follaje de un
arbusto.
Creo relevante la insistencia de los abogados defensores en
poner de manifiesto la transmisión de las pautas de actuación, por parte de los mandos, a las fuerzas del orden que actuarían en la calle para reprimir la celebración del
referéndum. Parece ser que, a partir de un punto, en las directrices, emanadas
de la orden judicial, dejó de existir la referencia a que la actuación policial
debería salvar la integridad de las personas y la convivencia e informar a la
policía autonómica en el caso de encontrarse con impedimentos importantes. Y,
gracias a las preguntas de estos abogados, un testigo afirma que agentes antidisturbios
que intervinieron en la entrada en un
centro de votación no exhibían identificación, sin que se haya dado motivo razonable
para tal anonimato. Obras son amores.
La Generalitat se adhirió a una huelga general, lo que
desborda la neutralidad de una institución oficial ante una situación que se suele utilizar para desestabilizar el
sistema establecido del que ella misma forma parte y del que debe responder
ante la totalidad de los ciudadanos. (Análisis
de profundidad que dejamos para desarrollarlo en otro momento.) También parece
que los hechos, obtenidos del análisis de comunicaciones de la policía
autonómica, nos muestran unas comunicaciones verbales y correos electrónicos con
miembros de la policía catalana que ponen en duda, al menos por parte de
algunos componentes de esa policía, su disposición a colaborar lealmente con
las policías estatales (que no se les viera junto a Policía Nacional y Guardia
Civil, por ejemplo) y a maquillar de eficacia intervenciones de material para
el referéndum cuando la votación había sido terminada .Los hechos son los
hechos. La palabra envuelve, seduce, enardece.
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