El Zorro Desenmascarador es un personaje que deambula por
pueblos y ciudades, como un héroe de tebeo, sacando a la luz supercherías,
pinchando burbujas hinchadas a base de palabrería, luchando contra las
versiones interesadas y contra todo aquello que impide el verdadero progreso y
la justicia. Aldeabitácora ha mantenido un encuentro con ZD y le ha formulado
una serie de preguntas, en animada charla, a este “caballero andante”.
Esperamos que la entrevista sea del interés de los lectores.
(Aldeabitácora se responsabiliza de las opiniones de sus
colaboradores y entrevistados y las
comparte totalmente.)
Acaba usted, ZD, de promover una organización, la PEBEP. ¿Qué
es PEBEP? Es la Plataforma para la Eliminación de la Basura en los Entes
Públicos. En el breve tiempo que llevamos en marcha ya se han adherido cerca de
cincuenta instituciones, siendo las primeras que se unieron la Asociación de
Afectados por el Rancio Periodismo, el Grupo en Defensa de la Dignidad de la
Persona, la Fundación Basura no es Cultura, la Asociación San Bartolomé, el
ente Los Vigilantes de los Recursos Públicos y la Agrupación +Nivel, que como
sabéis pretende situar a España entre los cinco países del mundo más avanzados en ética, cultura y
responsabilidad social.
¿Qué le movió a crear la plataforma? Fue una bofetada, en sentido figurado, pero
me llegó al alma. Hombre, uno siempre oye cosas respecto al funcionamiento de
la televisión, pero cuando lo ves con tus propios ojos, la indignación es tanta
que te obliga a actuar.
¿Qué fue lo que precipitó su decisión? Debo ser uno de los
primeros afectados por la gripe este año y cuando estás así no tienes ganas de
leer y yo soy de los que para estar en
la cama después de salir el sol me tienen que atar. Me tomé un antipirético, me
enrollé en una manta y encendí el televisor del salón y quiso la casualidad que
me tropezara con un programa matinal que me dejó completamente indignado.
¿Por qué se indignó tanto? Por el hecho de que la televisión
pública destine recursos a lo que se ha venido llamando telebasura. Esto debería hacer reflexionar a muchos profesionales de los medios, a la
sociedad en su conjunto y a los políticos que lo permiten.
Explíquenos, por favor, qué es para ZD la telebasura. El trozo de programa que soporté, y que tuve
que dejar de ver porque la indignación amenazaba con anular el efecto del
medicamento que mantenía la fiebre controlada, sería el paradigma de ese concepto.
Nunca me han parecido bien las tertulias relacionadas con hechos que podían
entrar en la sección clásica de sucesos, especialmente si la investigación
judicial está en marcha. Una cosa es informar de un crimen, de la marcha de las
pesquisas, de si a las víctimas las han encontrado en un agujero tapado con
hormigón, por ejemplo, y otra muy distinta es utilizar esos lamentables sucesos
para especular, para utilizar el suceso como cebo al espectador a base de
opiniones cuyo valor es escaso. Pero en fin, amarillismo siempre ha habido y
puede ser que a alguien le entretenga; si se consumen este tipo de productos se
ejerce la misma libertad que cuando se consume comida-basura. Lo que hay que
plantearse es si es adecuado mantener ese tipo de programas en la televisión
pública.
Pero eso no parece que justifique tanta indignación como
usted experimentó. Es que eso no fue lo peor. En ese programa de La 1 mostraron
las imágenes de un ciudadano en paseo nocturno con una mujer, recalcando la
diferencia de edad, las de otra mujer que se unió a los anteriores para entrar
en un local, y queriendo hacer ver, en el reportaje, que lo que podía ser
recolocar una bufanda o el cuello del abrigo (en el fondo me da igual lo que
fuese) y cierta proximidad física eran demostraciones “cariñosas”, siendo
cuestión de comentario posterior la forma en que la verdadera novia del
ciudadano, joven también, que estaba ausente, se tomaría la situación. Pero hay
más: al ciudadano en cuestión se le localiza en un aeropuerto y, como acuden
las moscas a la miel, allí aparece el ilustre periodismo para preguntarle por
las “interesantes” imágenes. Y a partir de aquí se pasa del clásico amarillismo
a la burda manipulación y el reportaje consiste en intentar dejar mal al
ciudadano, puesto que se había quejado de la “información”, mostrando otras
ocasiones en que había cuestionado ese tipo de periodismo. Tan burdo era el
montaje que, en ocasiones, se podía ver al ciudadano moviendo los labios pero
sin poder escuchar el sonido. Solo mostraban aquello que podía interesar al
objetivo del reportaje, dejar mal al famoso. Y encima, en un alarde de falta de
profesionalidad y de estilo (moneda corriente en algunos periodistas que se
creen por encima de todo el mundo), la
periodista se permite encararse con el ciudadano, que ejercía su derecho a
mostrar desagrado. No me parece lícito ni moral que la televisión pública gaste
dinero en ser telebasura ni en reportajes de tan ínfima calidad ni en las
consiguientes tertulias. Los medios de titularidad pública deben ser muy
escrupulosos para no ser correas de transmisión de cierto tipo de periodismo.
¿Tienen sentido los medios públicos hoy en día? Pues con
este tipo de contenidos nos lo deberíamos plantear. Recuerdo el revuelo en el
mundillo que se montó con la eliminación de la televisión pública valenciana.
Porque una cosa es la teoría y otra la forma en que utilizan esos medios
públicos las fuerzas vivas. En lugar de verdaderos planteamientos de servicio a
la sociedad, en ocasiones se pretenden mantener por motivos específicos de la
profesión, aunque luego se acuse a la televisión catalana de partidista, a la
madrileña de penosa, a la andaluza de sostener los tópicos, etc. No veo inconveniente
en que la sociedad mantenga medios públicos, pero deben dar un plus y no limitarse
a sobrevivir imitando a las empresas privadas. Los medios públicos no deben
existir para presumir que se tienen, deben aportar algo más, todo lo que, lo mismo
que en educación y en sanidad, no puede aportar un negocio: aquello en lo que
nadie invertiría, pero que es beneficioso para la convivencia, la justicia, la
solidaridad, la participación ciudadana, el conocimiento, la cultura, el rigor,
los derechos de las personas, etc.
Pero, quizá, para sobrevivir necesiten recursos que tendrán
en función de la audiencia. No cabe duda de que deberán luchar por la
audiencia, incluso como motivación profesional es bueno, pero sin competir de
mala manera manteniendo una revista de
cotilleos. Dudo mucho que la audiencia del programa que me indignó reporte
muchos recursos a la televisión pública. No se trata de emitir cualquier cosa
para rellenar. Para eso que pongan documentales sobre las víctimas del franquismo
o, simplemente, que no emitan de diez de la mañana a dos de la tarde. Insisto:
los medios públicos deben ser algo más, ¿qué aportó el reportaje sobre esa
persona “famosísima”? ¿Para eso tenemos televisión pública?
¿Pero no dan lo que la sociedad demanda? Sobre eso habría
mucho que decir. ¿En qué quedamos? ¿Las sociedades tienen los medios que se
merecen o son los medios los que crean los estados de opinión y forman a las personas?
Porque lo que no está bien es agarrarse a una u otra postura en función de los
intereses del momento. A mí nadie me ha preguntado, como ciudadano, cuáles son
los contenidos que me interesan. Me limité a elegir a unos políticos que
tampoco hablan mucho de contenidos en los medios públicos. Si los medios son
tan influyentes, si tienen tanto poder, ¿por qué no entran en el juego
democrático y decidimos de verdad lo que queremos hacer con los contenidos de la
televisión pública? Y si debe ser un sector al margen de la opinión ciudadana,
porque son un oráculo de lo que nos conviene, no se negará que programas como
el que vi enfermo tienen de formativo lo que yo de cura.
¿Cómo se pagan, entonces, los medios públicos? Según su
criterio no es correcto que promocionen revistas del “corazón” ni las que fomentan
esa costumbre de la caza por placer. Si realmente la sociedad considera que los
medios públicos son necesarios, como se pagan las embajadas, al ejército, a los
diputados o al secretario de un ayuntamiento: entre todos. Si los intereses de
verdadero progreso no se van a cumplir y se dedican a sobrevivir
constituyéndose en un fin en sí mismos, es mejor cerrarlos y dedicar los
recursos a otras necesidades, que hay gente que tiene muchas.