miércoles, 15 de mayo de 2019

El juicio de ZD: 10. Carrer Major y el madrugón de la "clase media"


Ese porcentaje de personas que disfrutan exageradamente siendo el centro de atención, que no ven más allá de su ombligo, de tal manera  que son incapaces de responder razonablemente a lo que se espera de ellos, nos lo encontramos también entre los testigos. Así hemos soportado, todos, testigos insufribles, incapaces de ir al grano, de expresarse con sencillez y eficacia. Y no sé si las defensas han valorado correctamente la influencia de sus testigos  en el devenir de la causa, porque a veces da la impresión de que por encima de los intereses concretos de sus defendidos se defiende otra causa más general y difusa que sería la absolución de culpa del movimiento secesionista catalán, como si conseguido esto se consiguiera por ende la exculpación de esos  acusados. Si esta es la estrategia, es digna de respeto, aunque sujeta a controversia; pero si los abogados se dejan llevar por unos testigos incontrolados, dejan la iniciativa a declarantes dispuestos a chupar cámara, a exhibirse, a mostrar su activismo o a contar con pelos y señales lo que han preparado previamente, perjudican la defensa de los acusados porque queda menoscabada  la credibilidad de los testimonios.
En las últimas sesiones las defensas no han cosechado muchos triunfos en la partida (a excepción de los relatos sobre  la actuación de las fuerzas policiales para evitar la votación):  hemos conocido tuits que han arruinado testimonios; se han confrontado hechos con reputación y con opiniones personales sobre la trayectoria de los acusados, haciéndonos recordar aquellos tiempos en los que los párrocos certificaban la buena conducta de los vecinos. Ya se verá la influencia que tendrán en el tribunal las declaraciones que son claramente partidistas, ya que se trata de testigos cuya postura fue participar en la consulta aun reconociendo que conocían su ilegalidad, que no solo iban a votar, que acudieron de madrugada a los centros electorales para ayudar, que se interpusieron para impedir el paso a la policía y que ponen por encima de las disposiciones judiciales, como respetables antisistema, su capacidad de decisión al margen de lo establecido.
Una situación, la de millones de personas de diferentes edades y ocupaciones, que se han creído eso de la “fiesta de la democracia” y que ahora lo reivindican y lo celebraron cuando les pareció y se encontraron exultantes por poder decidir , hasta que irrumpieron las fuerzas del orden allí donde pudieron.  Y da la impresión de que el orden social que otorga la organización de la sociedad a instituciones que promulgan leyes y las hacen cumplir se ha trastocado, y en lugar de considerar la acción de esas instituciones como un logro se tienen por ilegítimas. Algún declarante ha hablado de “hito colectivo” y ciertamente lo es porque hemos podido escuchar a componentes de eso que llaman clase media, con una teórica aversión al riesgo social, decir que votaron a pesar de saber que estaba prohibida la celebración de la consulta, que se levantaron a las cinco o a las seis de la madrugada de un domingo para constituir mesas electorales o ayudar en lo que fuera necesario y que se sentaron en el suelo de patios, vestíbulos y escaleras  para resistirse al cumplimiento de disposiciones judiciales; es un hito porque en muchísimas localidades la policía no pudo impedir la votación debido a las multitudes que se agolpaban en los accesos; y es un hito porque un gran gentío se rigió por su propia “ley”, allí mismo, en el acto.
Hemos escuchado testimonios sobre puñetazos y agresiones impropias de una correcta actuación policial que a todos nos han producido displacer, como nos lo producían las declaraciones sobre golpes más o menos evidentes que se propinaban a los agentes y sobre el acoso más o menos intenso llevado a cabo en las proximidades de las casas cuartel de la Guardia Civil. Pero estas situaciones relatadas no las debemos dejar pasar sin más, porque nada sucede porque sí;  es necesario reflexionar sobre cómo se puede llegar a determinados niveles de actuación agresiva, lo que hay detrás de ello y quién “carga las pilas”, para que asuma su responsabilidad moral, ya que otro tipo de responsabilidad supongo que será difícil de demostrar. Dicho esto, también hay que decir que no se puede cargar totalmente esa responsabilidad (esa tensión mutua previa), en los hombros de líderes, dirigentes, gobernantes o en creadores de opinión, ya que cada persona dispone de razón y voluntad para tomar sus decisiones y no puede quedar eximida como si fuese un borrego que no sabe a qué lugar lo llevan. O estamos plenamente mediatizados y actuamos como marionetas  por quien sabe manejar los hilos o asumimos las decisiones que tomamos en libertad de conciencia; lo que no sirve es acogerse a la primera postura cuando toca repartir culpas.
Hay que imaginarse el ambiente eufórico que se pudo dar en ese “pueblo pequeño, donde nos conocemos todos”, según los testimonios, que encontraron en la celebración de la consulta una causa común, con una unanimidad difícil de hallar si no es en el día de la fiesta mayor de la localidad. Tiene sus ventajas, no digo que no, residir en un sitio así, tan bucólico y solidario, pero para la libertad de pensamiento y de estilo de vida… ¡líbrenos el destino de los pueblos pequeños, donde se conocen todos!