martes, 12 de marzo de 2019

El juicio de ZD: 4.La verdad, toda la verdad y algo más que la verdad


Por mucho empeño que haya puesto el presidente del tribunal en evitar las conjeturas y valoraciones que emiten los testigos de los hechos sobre los que declaran, a veces inducidas por intervenciones de las acusaciones, hemos podido comprobar, en ocasiones, cómo se traslucen juicios de valor que van más allá de los meros datos procedentes de la experiencia material del declarante. Confiar en la justicia implica suponer que el tribunal está dotado de la suficiente sapiencia para dilucidar en qué medida las percepciones “objetivas” de un testigo no están teñidas por ideas previas, convencimientos personales y  la tendencia a confirmar  que sucedió aquello que se esperaba que sucediera. No se trata de decir que mienten, como tampoco se trata de que las personas rechazadas para formar parte de un jurado en los Estados Unidos, por ejemplo, tengan intención de actuar injustamente, pero en este caso  todos conocemos el cuidado que se pone y la posibilidad de recusación de los candidatos a formar parte del jurado por diversas situaciones que tienen que ver con características personales, y vivencias, de los preseleccionados. En el caso que nos ocupa tenemos la ventaja de que las verdades experimentadas por un testigo pueden ser matizadas por otros y por la capacidad de raciocinio de los jueces, siendo más trascendente la objetividad de los que componen los jurados norteamericanos. Cuando un testigo se sale, con razonamientos y creencias, del dato, o cuando da el dato y añade un “pero” y una perorata que nadie le pidió nos está diciendo lo que para él significa y su esfuerzo porque confirme la conclusión a la que ya él ha llegado previamente.
Nuestras ideas, experiencias,  temperamento y expectativas no solamente nos hacen ver las cosas de una determinada forma; además pueden determinar nuestra conducta, abriendo unos caminos y cerrando otros, potenciando aquellos que confirman esas ideas y expectativas y los que son congruentes con nuestro carácter. Y un suceso que a una persona le puede despertar sorpresa, incertidumbre o incomodidad, a otra le da miedo. Lo que para una persona puede ser susceptible de mediación, otra lo puede considerar innegociable.
Muchas  partes implicadas en este juicio se encuentran sometidas a la influencia de unas emociones exacerbadas por un  patriotismo que forma parte de su divisa, por la presión de la opinión y cierto resquemor, no entraremos ahora a opinar sobre si  está  justificado o no, labrado durante décadas.
Todo lo anterior explica que en un testimonio se repita varias veces “tumulto” porque se sabe que es un elemento importante en la tipificación de los hechos; que de forma reiterativa, sin un solo olvido en el testigo, se apellide policía “judicial” a los antidisturbios cuando trataron de evitar el referéndum. ¿Es mentira? No. Los agentes cumplían una orden de una magistrada, pero esa insistencia inusual implica una intención. También las ideas preconcebidas llevan a trastocar fines y medios, como cuando alguien afirmó, poco antes del 1 de octubre, que “la magistrada no facilitó las cosas”. Porque las disposiciones del fiscal habían quedado sin efecto y parece que estas eran más eficaces para el objetivo. ¿Pero el objetivo no era cumplir el mandamiento judicial?
 Abundando: un testigo se descuelga diciendo “si se hace un estudio se comprobará cómo están organizados y cómo se movilizan (los independentistas)”. Dicho como si él supiera ya esas  circunstancias. Pero si no está hecho el estudio, ¿cómo lo sabe? ¿Y por qué no aporta los datos que justifican su afirmación? Este mismo testigo afirmó de unas movilizaciones que eran “aparentemente festivas”. Pues si con su cargo no puede demostrar lo que había detrás de la fiesta no sé quién lo va a hacer.
Muy curioso ha sido también escuchar a un testigo  quitar valor a unas imágenes para dárselo a otras, que supongo que le van más a sus tesis, y decir en plan advertencia “esas (las que le gustan) no salen en televisión”. Porque ya saben ustedes que las televisiones de España están a favor del soberanismo. Y a otro “no puedo demostrarlo, pero es evidente”. Pues vaya una evidencia, que no se puede demostrar.
Después de estos días nadie nos ha dado pistas sobre la razón por la que no se contemplaba en la orden judicial para impedir el referéndum la actuación en centros privados y, aunque ya se han bajado varios escalones en el mando de las fuerzas del orden, no sabemos que se haya abierto una investigación por la orfandad de armas largas en vehículos policiales rodeados de civiles, ni tampoco el criterio que se siguió para actuar en unos municipios y no en otros (tampoco lo sabe el coordinador del dispositivo). Pero sí nos hemos enterado de las circunstancias de algo a lo que se le dio mucha importancia, seguramente interesada: una  compra de armas para la policía autonómica catalana. Nos han informado de que los trámites seguidos y el protocolo realizado ha sido el habitual y el encargo era conocido y controlado por las fuerzas del Estado que tienen esa misión. Se desinfla la baza de los que la utilizaron para echar leña al fuego. También nos ha quedado claro que los supuestos seguimientos de la policía autonómica a Policía Nacional Y Guardia Civil, no eran tales, sino parte de incidencias semejantes a los que se realizan con ambulancias o bomberos y que en ningún caso se chequearon matrículas.
Otro botón: para darle más vigor al relato de una protesta, un testigo señala la presencia de encapuchados; se le dice que llovía, por lo que sería normal taparse la cabeza; se le pregunta si no serían embozados, cubriéndoles más la cara que la cabeza. No sabe.
Una gran parte de las sesiones han tenido por protagonista a la policía autonómica: se ha querido saber si de forma premeditada fue ineficaz para impedir el referéndum. Una circunstancia a la que se ha recurrido ha sido el número de efectivos. Y se ha traído a colación la declaración de un alto cargo de Interior, en un medio de comunicación, que decía que solo se podía haber impedido eficazmente con 90.000 agentes, lo que da idea de que ni la policía autonómica ni el resto de fuerzas del orden, con el 80% de los antidisturbios de toda España actuando en Cataluña, según se ha dicho en el juicio, habrían impedido la votación.
El tribunal dilucidará en qué grado todas las fuerzas del orden cumplieron el mandato judicial. Unas fuerzas del orden que eran un solo dispositivo, y no tres, como ha aclarado un testigo policía autonómico, pero que una parte, en un determinado momento, con tanto coordinador y tanto mando, decidió actuar por su cuenta, poniendo como respaldo el cumplimiento del auto de la magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la renuencia de las fuerzas autonómicas. Y yo empiezo a pensar que la actuación de estas, que no era poca, fue la más inteligente.

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