domingo, 3 de marzo de 2019

El juicio de ZD: 3.Son cosas que pasan


El señor Rajoy lee los periódicos, digitales. Y es lo que hizo entre la declaración testifical de la señora Sáenz de Santamaría y la suya propia, que vino a continuación. Es lo que dijo para justificar su mención a palabras que se habían pronunciado horas antes, no muchas, en el interrogatorio de la anterior testigo. Porque los testigos no pueden hablar sobre el juicio ni conocer lo que se dijo en la sala antes de que declaren, según explicaron un abogado defensor  y el presidente del tribunal. Conocemos la norma; por eso la mención que reflejaba el conocimiento de lo acontecido esa mañana por parte del señor Rajoy nos puso en alerta como se ponen en alerta los felinos a la caza. Confieso que algo sospeché cuando ambos, expresidente y exvicepresidenta, en sus declaraciones, le restregaron por la cara a Cataluña que su calificación crediticia estuvo al nivel de “bono basura”. Casualidades. Después, el expresidente del Gobierno, al final de su intervención, bien clarito lo dijo: "como se ha dicho aquí esta mañana". Pero el señor Rajoy se explicó: “leo los periódicos, digitales”. Y aquí no ha pasado nada.
Bueno, no pasó nada con el asunto de las coincidencias, pero ha pasado mucho. Me gustaría hacerles llegar a ustedes mi estupor, mi desazón, al comprobar cómo políticos con altas responsabilidades de gobierno parecen enteradísimos, dueños de la situación y presumiendo de su capacidad de gestión de cualquier crisis y acontecimiento cuando se les interpela en el parlamento, cuando aparecen ante los medios de comunicación; y, sin embargo, al escarbar, al ponerles en la situación de testificar sobre el control que mantenían sobre los importantes acontecimientos sucedidos en Cataluña, sobre sus previsiones y disposiciones, aparecen estos gobernantes como barcos a la deriva al pairo de sucesos que escapan a su capacidad de decisión.  Sobrecoge pensar en manos de quién dejamos nuestro país.
Sobrecoge eso, y sobrecoge lo cargado de razón y  arrogante, que se le vio al señor Rajoy explicar que el recibir en el rostro una pelota de goma o sangrar por un porrazo en la cara es un riesgo que se corría por querer participar en el referéndum y que los responsables son los que no pararon el proceso. Simple.
Pero las cosas no son así de sencillas. Por un momento tuve una sensación de confusión. Me tuve que parar a pensar si no se habían cambiado las tornas; si Rajoy, si Sáenz de Santamaría, si  Zoido, eran los acusados. Sus testimonios estuvieron plagados de autojustificaciones y desconocimientos sobre operativos policiales y toma de decisiones, sobre los que versaron gran parte de las preguntas. Hay que reconocer que el exministro de Interior contestó de forma más pertinente, ajustándose más a la pregunta y sin los aires de superioridad que adoptó Sáenz de Santamaría, dispuesta a no contestar “Sí” o “No”, como si el hacerlo implicara rebajarse. ¿Se imaginan que sus respuestas empezaban con un admonitorio “Mire…” y luego venían “explicaciones” que parecían recitadas y preconcebidas, con la historia bien aprendida?  ¿Suelen los testigos dirigirse a los letrados en ese plan? Eché de menos algún comentario del presidente de la sala como a otros se les afearon sus interjecciones.
Los puntos fuertes a los que se agarran los acusados nos llevan a plantearnos debates que se han dado en otros tiempos y lugares: la desobediencia a leyes que se consideran injustas, aunque se den en países con sistemas de democracia homologada; la legitimidad de la desobediencia civil; la supremacía de la propia conciencia y moral sobre la legislación o sobre los mandatos de los tribunales, por ejemplo. Pensemos en una despenalización de un referéndum para el que no se tienen competencias, realizada hace años, y en cambios legislativos de última hora, en caliente, en paralelo a los acontecimientos de Cataluña. Pensemos en la sentencia de inconstitucionalidad de aquel  estatuto de autonomía fallido, ya refrendado,  y las dudas sobre una auténtica separación de poderes, en medio de una pertinaz campaña anticatalanista.
Hasta el momento no puedo dejar de sentir grandes dosis de admiración por la sociedad catalana. También este juicio está sirviendo para conocer mejor la capacidad de ese país para asociarse y defender su lengua y su cultura, con cientos de miles de personas participando en organizaciones sociales; con gran potencial de movilización pacífica que impresiona por su disciplina y organización.

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