El señor Rajoy lee los periódicos, digitales. Y es lo que hizo entre la
declaración testifical de la señora Sáenz de Santamaría y la suya propia, que
vino a continuación. Es lo que dijo para justificar su mención a palabras que
se habían pronunciado horas antes, no muchas, en el interrogatorio de la
anterior testigo. Porque los testigos no pueden hablar sobre el juicio ni
conocer lo que se dijo en la sala antes de que declaren, según explicaron un
abogado defensor y el presidente del
tribunal. Conocemos la norma; por eso la mención que reflejaba el conocimiento de lo
acontecido esa mañana por parte del señor Rajoy nos puso en alerta como se
ponen en alerta los felinos a la caza. Confieso que algo sospeché cuando ambos,
expresidente y exvicepresidenta, en sus declaraciones, le restregaron por la
cara a Cataluña que su calificación crediticia estuvo al nivel de “bono
basura”. Casualidades. Después, el expresidente del Gobierno, al final de su intervención, bien clarito lo dijo: "como se ha dicho aquí esta mañana". Pero el señor Rajoy se explicó: “leo los periódicos,
digitales”. Y aquí no ha pasado nada.
Bueno, no pasó nada con el asunto de las coincidencias, pero
ha pasado mucho. Me gustaría hacerles llegar a ustedes mi estupor, mi desazón,
al comprobar cómo políticos con altas responsabilidades de gobierno parecen
enteradísimos, dueños de la situación y presumiendo de su capacidad de gestión
de cualquier crisis y acontecimiento cuando se les interpela en el parlamento,
cuando aparecen ante los medios de comunicación; y, sin embargo, al escarbar,
al ponerles en la situación de testificar sobre el control que mantenían sobre
los importantes acontecimientos sucedidos en Cataluña, sobre sus previsiones y
disposiciones, aparecen estos gobernantes como barcos a la deriva al pairo de
sucesos que escapan a su capacidad de decisión.
Sobrecoge pensar en manos de quién dejamos nuestro país.
Sobrecoge eso, y sobrecoge lo cargado de razón y arrogante, que se le vio al señor Rajoy explicar
que el recibir en el rostro una pelota de goma o sangrar por un porrazo en la
cara es un riesgo que se corría por querer participar en el referéndum y que
los responsables son los que no pararon el proceso. Simple.
Pero las cosas no son así de sencillas. Por un momento tuve
una sensación de confusión. Me tuve que parar a pensar si no se habían cambiado
las tornas; si Rajoy, si Sáenz de Santamaría, si Zoido, eran los acusados. Sus testimonios
estuvieron plagados de autojustificaciones y desconocimientos sobre
operativos policiales y toma de decisiones, sobre los que versaron gran parte
de las preguntas. Hay que reconocer que el exministro de Interior contestó de
forma más pertinente, ajustándose más a la pregunta y sin los aires de
superioridad que adoptó Sáenz de Santamaría, dispuesta a no contestar “Sí” o
“No”, como si el hacerlo implicara rebajarse. ¿Se imaginan que sus respuestas
empezaban con un admonitorio “Mire…” y luego venían “explicaciones” que
parecían recitadas y preconcebidas, con la historia bien aprendida? ¿Suelen los testigos dirigirse a los letrados
en ese plan? Eché de menos algún comentario del presidente de la sala como a
otros se les afearon sus interjecciones.
Los puntos fuertes a los que se agarran los acusados nos llevan
a plantearnos debates que se han dado en otros tiempos y lugares: la
desobediencia a leyes que se consideran injustas, aunque se den en países con sistemas
de democracia homologada; la legitimidad
de la desobediencia civil; la supremacía de la propia conciencia y moral sobre
la legislación o sobre los mandatos de los tribunales, por ejemplo. Pensemos en
una despenalización de un referéndum para el que no se tienen competencias,
realizada hace años, y en cambios legislativos de última hora, en caliente, en
paralelo a los acontecimientos de Cataluña. Pensemos en la sentencia de inconstitucionalidad
de aquel estatuto de autonomía fallido, ya
refrendado, y las dudas sobre una
auténtica separación de poderes, en medio de una pertinaz campaña
anticatalanista.
Hasta el momento no puedo dejar de sentir grandes dosis de
admiración por la sociedad catalana. También este juicio está sirviendo para
conocer mejor la capacidad de ese país para asociarse y defender su lengua y
su cultura, con cientos de miles de personas participando en organizaciones
sociales; con gran potencial de movilización pacífica que impresiona por su
disciplina y organización.
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