martes, 26 de marzo de 2019

El juicio de ZD: 6.Lo que pudo ser y no fue


Independientemente de la calificación de los hechos, lo que parece que se ha constatado ha sido el desbordamiento de las fuerzas policiales para manejar diversos actos y concentraciones en los que han intervenido gran cantidad de personas. Por los relatos que hemos podido escuchar, muchos de los efectos de la presencia de tantas personas se han movido en el terreno de lo potencial: temor a agresiones, a anulación de las fuerzas policiales en misión y a la invasión o toma de edificios en los que se practicaban registros o confiscaciones. Salvo momentos de “lluvia de botellas de agua”, que resultaron ser entre dos y cinco, insultos y gestos de rechazo y odio, entorpecimiento del movimiento de vehículos policiales utilizando vallas y zanjas de obra, y el efecto que produce la presencia en vías y accesos de miles de personas, muy pocos de los temores que despertaron las movilizaciones se vieron cumplidos. Ni se tomaron edificios oficiales, ni naves, ni empresas, ni rehenes; esas cosas propias de revueltas populares. Los registros se realizaron sin impedimentos dignos de mención en el interior de los edificios, cosa que, como nos han pintado, habría sido fácil impedir con esas masas enfervorecidas si se hubiesen dispuesto a ello. Dicen que Forcadell se apareció por alguna de esas concentraciones para sacar la mano por la ventanilla del coche y agitar a la masa, lo que despertó las sonrisas de los abogados que escuchaban el relato. Ante esta  aparición, por aquellas cosas de la mente, evoqué otras apariciones resplandecientes entre el follaje de un arbusto.
Creo relevante la insistencia de los abogados defensores en poner de manifiesto la transmisión de las pautas de actuación, por parte de los mandos, a las fuerzas del orden que actuarían en la calle para reprimir la celebración del referéndum. Parece ser que, a partir de un punto, en las directrices, emanadas de la orden judicial, dejó de existir la referencia a que la actuación policial debería salvar la integridad de las personas y la convivencia e informar a la policía autonómica en el caso de encontrarse con impedimentos importantes. Y, gracias a las preguntas de estos abogados, un testigo afirma que agentes antidisturbios que intervinieron  en la entrada en un centro de votación no exhibían identificación, sin que se haya dado motivo razonable para tal anonimato. Obras son amores.
La Generalitat se adhirió a una huelga general, lo que desborda la neutralidad de una institución oficial ante una situación  que se suele utilizar para desestabilizar el sistema establecido del que ella misma forma parte y del que debe responder ante la totalidad de los ciudadanos.  (Análisis de profundidad que dejamos para desarrollarlo en otro momento.) También parece que los hechos, obtenidos del análisis de comunicaciones de la policía autonómica, nos muestran unas comunicaciones verbales y correos electrónicos con miembros de la policía catalana que ponen en duda, al menos por parte de algunos componentes de esa policía, su disposición a colaborar lealmente con las policías estatales (que no se les viera junto a Policía Nacional y Guardia Civil, por ejemplo) y a maquillar de eficacia intervenciones de material para el referéndum cuando la votación había sido terminada .Los hechos son los hechos. La palabra envuelve, seduce, enardece.



martes, 19 de marzo de 2019

El juicio de ZD: 5.El Molt Honorable ciudadano europeo procesado rebelde


Me imagino que los que ven en el Muy Honorable expresidente de la Generalitat de Cataluña, señor Puigdemont,  una  bestia negra  de la integridad territorial de España y de su sistema judicial  experimentarán cierto placer cuando el fiscal se refiere al político, una y otra vez, apelando a su situación jurídica,  como procesado rebelde Puigdemont. Parece que, con esa reiteración, se puede encontrar consuelo del  “quiero y no puedo” llamando al expresidente, residente en la Unión Europea, lo máximo que, hasta ahora, es permisible. Sí;  procesado rebelde, pero solo en España. Situación anómala que debería hacer reflexionar sobre la calificación de los posibles delitos y sobre lo que significa ser parte de una Unión formada por naciones líderes mundiales en usos democráticos y respeto a los derechos de los ciudadanos. Una situación anómala propiciada por España, al haber apostado al juego de “Todo o nada”. Mucho se habla de los peligros de la Unión: insolidaridad entre países, auge de los escépticos en la comunidad europea, salida de naciones, etc.  Pero este empeño en prescindir de los mecanismos compartidos para la persecución de los delitos es especialmente dañino porque se nos dice que la Unión no nos sirve y España decide hacer de su capa un sayo. Obras son amores, y por encima de la eficacia están las garantías de los ciudadanos de los que Europa es valedora y siempre, afortunadamente, tiene la última palabra.
Objeto de polémica, a todos los niveles,  es la actitud de la policía autonómica frente a las órdenes judiciales para impedir el referéndum, su relación con las autoridades  catalanas, con la coordinación y con los mandos de los demás cuerpos policiales. Se ha hablado de desconfianza hacia la policía catalana porque las policías estatales recogieron información  sobre centros de votación en los días previos al 1 de octubre, por ejemplo. Y se ha hecho frente a esa desconfianza mostrando la postura de la policía catalana de respeto a las decisiones judiciales y a la ley, mostrando el malestar existente en estas fuerzas del orden al observar la deriva de ilegalidad que emanaba de las actuaciones de la Generalitat y relatando los intentos para que el poder político detuviera el referéndum. Hay que hacer constar que se le dijo a la policía autonómica, por parte de los dirigentes de la Generalitat,  "que hiciera su trabajo", que  es cumplir la ley. Es notable el esfuerzo de las dos partes por convencer a los demás de sus tesis: por un lado las policías estatales, sus mandos políticos y operativos, sobre la falta de disposición de las fuerzas autonómicas y su deslealtad; y por el otro los mandos de la policía autonómica desmarcándose de las intenciones secesionistas de los dirigentes políticos. Como prueba de esto último el titular (que tan bien viene a los medios de comunicación de masas): la policía autonómica tenía un plan para detener a Puigdemont.
El presidente del tribunal no suele interrogar a los testigos, pero en esta ocasión, amparado por la ley, cuando terminó la intervención  de todas las partes, utilizó su derecho para hacer una sola pregunta al máximo responsable de la policía autonómica durante el desarrollo de los hechos que se juzgan: ¿cuál era el motivo por el que el testigo, el señor Trapero, solicitó una reunión, a la que se había hecho mención con anterioridad, con los máximos responsables de le Generalitat? (Respuesta: intentar que se parara el referéndum, esencialmente.) Esta pregunta muestra el gran interés del tribunal por delimitar claramente la responsabilidad de los hechos y distinguir la actuación política de la policial. Pistas de por dónde pueden ir las conclusiones. Algún día llegarán. De acá y de allá.


martes, 12 de marzo de 2019

El juicio de ZD: 4.La verdad, toda la verdad y algo más que la verdad


Por mucho empeño que haya puesto el presidente del tribunal en evitar las conjeturas y valoraciones que emiten los testigos de los hechos sobre los que declaran, a veces inducidas por intervenciones de las acusaciones, hemos podido comprobar, en ocasiones, cómo se traslucen juicios de valor que van más allá de los meros datos procedentes de la experiencia material del declarante. Confiar en la justicia implica suponer que el tribunal está dotado de la suficiente sapiencia para dilucidar en qué medida las percepciones “objetivas” de un testigo no están teñidas por ideas previas, convencimientos personales y  la tendencia a confirmar  que sucedió aquello que se esperaba que sucediera. No se trata de decir que mienten, como tampoco se trata de que las personas rechazadas para formar parte de un jurado en los Estados Unidos, por ejemplo, tengan intención de actuar injustamente, pero en este caso  todos conocemos el cuidado que se pone y la posibilidad de recusación de los candidatos a formar parte del jurado por diversas situaciones que tienen que ver con características personales, y vivencias, de los preseleccionados. En el caso que nos ocupa tenemos la ventaja de que las verdades experimentadas por un testigo pueden ser matizadas por otros y por la capacidad de raciocinio de los jueces, siendo más trascendente la objetividad de los que componen los jurados norteamericanos. Cuando un testigo se sale, con razonamientos y creencias, del dato, o cuando da el dato y añade un “pero” y una perorata que nadie le pidió nos está diciendo lo que para él significa y su esfuerzo porque confirme la conclusión a la que ya él ha llegado previamente.
Nuestras ideas, experiencias,  temperamento y expectativas no solamente nos hacen ver las cosas de una determinada forma; además pueden determinar nuestra conducta, abriendo unos caminos y cerrando otros, potenciando aquellos que confirman esas ideas y expectativas y los que son congruentes con nuestro carácter. Y un suceso que a una persona le puede despertar sorpresa, incertidumbre o incomodidad, a otra le da miedo. Lo que para una persona puede ser susceptible de mediación, otra lo puede considerar innegociable.
Muchas  partes implicadas en este juicio se encuentran sometidas a la influencia de unas emociones exacerbadas por un  patriotismo que forma parte de su divisa, por la presión de la opinión y cierto resquemor, no entraremos ahora a opinar sobre si  está  justificado o no, labrado durante décadas.
Todo lo anterior explica que en un testimonio se repita varias veces “tumulto” porque se sabe que es un elemento importante en la tipificación de los hechos; que de forma reiterativa, sin un solo olvido en el testigo, se apellide policía “judicial” a los antidisturbios cuando trataron de evitar el referéndum. ¿Es mentira? No. Los agentes cumplían una orden de una magistrada, pero esa insistencia inusual implica una intención. También las ideas preconcebidas llevan a trastocar fines y medios, como cuando alguien afirmó, poco antes del 1 de octubre, que “la magistrada no facilitó las cosas”. Porque las disposiciones del fiscal habían quedado sin efecto y parece que estas eran más eficaces para el objetivo. ¿Pero el objetivo no era cumplir el mandamiento judicial?
 Abundando: un testigo se descuelga diciendo “si se hace un estudio se comprobará cómo están organizados y cómo se movilizan (los independentistas)”. Dicho como si él supiera ya esas  circunstancias. Pero si no está hecho el estudio, ¿cómo lo sabe? ¿Y por qué no aporta los datos que justifican su afirmación? Este mismo testigo afirmó de unas movilizaciones que eran “aparentemente festivas”. Pues si con su cargo no puede demostrar lo que había detrás de la fiesta no sé quién lo va a hacer.
Muy curioso ha sido también escuchar a un testigo  quitar valor a unas imágenes para dárselo a otras, que supongo que le van más a sus tesis, y decir en plan advertencia “esas (las que le gustan) no salen en televisión”. Porque ya saben ustedes que las televisiones de España están a favor del soberanismo. Y a otro “no puedo demostrarlo, pero es evidente”. Pues vaya una evidencia, que no se puede demostrar.
Después de estos días nadie nos ha dado pistas sobre la razón por la que no se contemplaba en la orden judicial para impedir el referéndum la actuación en centros privados y, aunque ya se han bajado varios escalones en el mando de las fuerzas del orden, no sabemos que se haya abierto una investigación por la orfandad de armas largas en vehículos policiales rodeados de civiles, ni tampoco el criterio que se siguió para actuar en unos municipios y no en otros (tampoco lo sabe el coordinador del dispositivo). Pero sí nos hemos enterado de las circunstancias de algo a lo que se le dio mucha importancia, seguramente interesada: una  compra de armas para la policía autonómica catalana. Nos han informado de que los trámites seguidos y el protocolo realizado ha sido el habitual y el encargo era conocido y controlado por las fuerzas del Estado que tienen esa misión. Se desinfla la baza de los que la utilizaron para echar leña al fuego. También nos ha quedado claro que los supuestos seguimientos de la policía autonómica a Policía Nacional Y Guardia Civil, no eran tales, sino parte de incidencias semejantes a los que se realizan con ambulancias o bomberos y que en ningún caso se chequearon matrículas.
Otro botón: para darle más vigor al relato de una protesta, un testigo señala la presencia de encapuchados; se le dice que llovía, por lo que sería normal taparse la cabeza; se le pregunta si no serían embozados, cubriéndoles más la cara que la cabeza. No sabe.
Una gran parte de las sesiones han tenido por protagonista a la policía autonómica: se ha querido saber si de forma premeditada fue ineficaz para impedir el referéndum. Una circunstancia a la que se ha recurrido ha sido el número de efectivos. Y se ha traído a colación la declaración de un alto cargo de Interior, en un medio de comunicación, que decía que solo se podía haber impedido eficazmente con 90.000 agentes, lo que da idea de que ni la policía autonómica ni el resto de fuerzas del orden, con el 80% de los antidisturbios de toda España actuando en Cataluña, según se ha dicho en el juicio, habrían impedido la votación.
El tribunal dilucidará en qué grado todas las fuerzas del orden cumplieron el mandato judicial. Unas fuerzas del orden que eran un solo dispositivo, y no tres, como ha aclarado un testigo policía autonómico, pero que una parte, en un determinado momento, con tanto coordinador y tanto mando, decidió actuar por su cuenta, poniendo como respaldo el cumplimiento del auto de la magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la renuencia de las fuerzas autonómicas. Y yo empiezo a pensar que la actuación de estas, que no era poca, fue la más inteligente.

viernes, 8 de marzo de 2019

8 de marzo, Tres Cantos (Madrid)

Bandera feminista

La voz de la conciencia

No se dejan vencer

Ni un paso atrás

Ni un solo ultraderechista

Pública y laica. Lo demás son cuentos y negocio

Tambores de lucha

El pueblo unido

domingo, 3 de marzo de 2019

El juicio de ZD: 3.Son cosas que pasan


El señor Rajoy lee los periódicos, digitales. Y es lo que hizo entre la declaración testifical de la señora Sáenz de Santamaría y la suya propia, que vino a continuación. Es lo que dijo para justificar su mención a palabras que se habían pronunciado horas antes, no muchas, en el interrogatorio de la anterior testigo. Porque los testigos no pueden hablar sobre el juicio ni conocer lo que se dijo en la sala antes de que declaren, según explicaron un abogado defensor  y el presidente del tribunal. Conocemos la norma; por eso la mención que reflejaba el conocimiento de lo acontecido esa mañana por parte del señor Rajoy nos puso en alerta como se ponen en alerta los felinos a la caza. Confieso que algo sospeché cuando ambos, expresidente y exvicepresidenta, en sus declaraciones, le restregaron por la cara a Cataluña que su calificación crediticia estuvo al nivel de “bono basura”. Casualidades. Después, el expresidente del Gobierno, al final de su intervención, bien clarito lo dijo: "como se ha dicho aquí esta mañana". Pero el señor Rajoy se explicó: “leo los periódicos, digitales”. Y aquí no ha pasado nada.
Bueno, no pasó nada con el asunto de las coincidencias, pero ha pasado mucho. Me gustaría hacerles llegar a ustedes mi estupor, mi desazón, al comprobar cómo políticos con altas responsabilidades de gobierno parecen enteradísimos, dueños de la situación y presumiendo de su capacidad de gestión de cualquier crisis y acontecimiento cuando se les interpela en el parlamento, cuando aparecen ante los medios de comunicación; y, sin embargo, al escarbar, al ponerles en la situación de testificar sobre el control que mantenían sobre los importantes acontecimientos sucedidos en Cataluña, sobre sus previsiones y disposiciones, aparecen estos gobernantes como barcos a la deriva al pairo de sucesos que escapan a su capacidad de decisión.  Sobrecoge pensar en manos de quién dejamos nuestro país.
Sobrecoge eso, y sobrecoge lo cargado de razón y  arrogante, que se le vio al señor Rajoy explicar que el recibir en el rostro una pelota de goma o sangrar por un porrazo en la cara es un riesgo que se corría por querer participar en el referéndum y que los responsables son los que no pararon el proceso. Simple.
Pero las cosas no son así de sencillas. Por un momento tuve una sensación de confusión. Me tuve que parar a pensar si no se habían cambiado las tornas; si Rajoy, si Sáenz de Santamaría, si  Zoido, eran los acusados. Sus testimonios estuvieron plagados de autojustificaciones y desconocimientos sobre operativos policiales y toma de decisiones, sobre los que versaron gran parte de las preguntas. Hay que reconocer que el exministro de Interior contestó de forma más pertinente, ajustándose más a la pregunta y sin los aires de superioridad que adoptó Sáenz de Santamaría, dispuesta a no contestar “Sí” o “No”, como si el hacerlo implicara rebajarse. ¿Se imaginan que sus respuestas empezaban con un admonitorio “Mire…” y luego venían “explicaciones” que parecían recitadas y preconcebidas, con la historia bien aprendida?  ¿Suelen los testigos dirigirse a los letrados en ese plan? Eché de menos algún comentario del presidente de la sala como a otros se les afearon sus interjecciones.
Los puntos fuertes a los que se agarran los acusados nos llevan a plantearnos debates que se han dado en otros tiempos y lugares: la desobediencia a leyes que se consideran injustas, aunque se den en países con sistemas de democracia homologada; la legitimidad de la desobediencia civil; la supremacía de la propia conciencia y moral sobre la legislación o sobre los mandatos de los tribunales, por ejemplo. Pensemos en una despenalización de un referéndum para el que no se tienen competencias, realizada hace años, y en cambios legislativos de última hora, en caliente, en paralelo a los acontecimientos de Cataluña. Pensemos en la sentencia de inconstitucionalidad de aquel  estatuto de autonomía fallido, ya refrendado,  y las dudas sobre una auténtica separación de poderes, en medio de una pertinaz campaña anticatalanista.
Hasta el momento no puedo dejar de sentir grandes dosis de admiración por la sociedad catalana. También este juicio está sirviendo para conocer mejor la capacidad de ese país para asociarse y defender su lengua y su cultura, con cientos de miles de personas participando en organizaciones sociales; con gran potencial de movilización pacífica que impresiona por su disciplina y organización.