Vaya usted a saber por qué, pero a mí lo que me llama hoy,
para juntar letras, no es la política ni
los relatos inspirados por eventos. Vamos a ver qué tal me sale, porque
las musas tienen vida propia, son autónomas; si te obsesionas con ello, no funciona.
Conozco a un gurú muy particular, como suelen ser los gurús,
al que, ¡vete tú a saber qué trauma infantil le aquejaba!, no le agradaban las
imposiciones ni las condiciones. Tenía pocos amigos, la verdad, quizá yo fuese
el único; y, de vez en cuando, solo de
vez en cuando, me enviaba mensajes. Había de todo: reflexiones, poemas,
fotografías, dibujos…
"No me gustan tus blancos o negros, ni el “lo tomas o lo dejas” con el que me
adviertes. ¡Qué poco me importan tus tesis, tus hipótesis y tus corolarios! Si
me quieres imponer “A”, elegiré “B”.
Cuando me obligues a escoger entre Domingo o Carreras, escucharé la música más
pachanguera.
Yo no funciono así. Ya te he dicho que las imposiciones no
me van, como tampoco el cronómetro de Damocles que dejas pender sobre mi cabeza,
ni las varas de medir.
Te equivocaste en lo más grave, y sigues concluyendo, como
en un vicio feroz, a partir de palabras y silencios, de comillas, cursivas,
mayúsculas y hasta de los signos de puntuación. ¿No te das cuenta, diga lo que
yo diga, haga lo que haga, demostrado está, que todo se resume en ascuas y
sardinas? Y no soy el primero que lo
avisa.
¿Qué cuestión de estado se juega si son los martes o los
viernes? ¿Está mal uno a la semana? ¿Dos, quizá? ¿O mejor cada quince días?
Deja que me ría, porque me sigue pareciendo una tontería. A las primeras de
cambio, se dan vueltas las tornas, como también se ha dicho. ¡Te conozco, bacalao!
No sé por qué escribo; ni lo sé ni me importa, no soy muy de
analizar. Quizá “mientras haya un solo justo”…
Confía en mí, como hacen los amigos, aunque si no es así no
te culpo. Mil cosas pueden pasar. Si no actúo como esperas, piensa en lo que me
puede justificar, en algo que me pueda absolver: acertarás."
Al terminar de leer el escrito de mi amigo, recordé lo que
decían de otro gurú dedicado a las
finanzas: cuando iba a tomar decisiones, una vez
recopilados los datos objetivos de las empresas cotizadas, pasaba los días sin
consentir que nadie le hiciera ningún comentario de tipo económico; no escuchaba
las noticias ni leía los periódicos. Solo, en su despacho, buscaba la mayor
objetividad. Nunca realizó una mala inversión.
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