martes, 10 de febrero de 2015

Por la calle de enmedio

Vaya usted a saber por qué, pero a mí lo que me llama hoy, para juntar letras, no es la política ni  los relatos inspirados por eventos. Vamos a ver qué tal me sale, porque las musas tienen vida propia, son autónomas;  si te obsesionas con ello, no funciona.

Conozco a un gurú muy particular, como suelen ser los gurús, al que, ¡vete tú a saber qué trauma infantil le aquejaba!, no le agradaban las imposiciones ni las condiciones. Tenía pocos amigos, la verdad, quizá yo fuese el único;  y, de vez en cuando, solo de vez en cuando, me enviaba mensajes. Había de todo: reflexiones, poemas, fotografías, dibujos…
"No me gustan tus blancos o negros, ni  el “lo tomas o lo dejas” con el que me adviertes. ¡Qué poco me importan tus tesis, tus hipótesis y tus corolarios! Si me quieres imponer “A”, elegiré  “B”. Cuando me obligues a escoger entre Domingo o Carreras, escucharé la música más pachanguera.
Yo no funciono así. Ya te he dicho que las imposiciones no me van, como tampoco el cronómetro de Damocles que dejas pender sobre mi cabeza, ni las varas de medir.
Te equivocaste en lo más grave, y sigues concluyendo, como en un vicio feroz, a partir de palabras y silencios, de comillas, cursivas, mayúsculas y hasta de los signos de puntuación. ¿No te das cuenta, diga lo que yo diga, haga lo que haga, demostrado está, que todo se resume en ascuas y sardinas?  Y no soy el primero que lo avisa.
¿Qué cuestión de estado se juega si son los martes o los viernes? ¿Está mal uno a la semana? ¿Dos, quizá? ¿O mejor cada quince días? Deja que me ría, porque me sigue pareciendo una tontería. A las primeras de cambio, se dan vueltas las tornas, como también se ha dicho. ¡Te conozco, bacalao!
No sé por qué escribo; ni lo sé ni me importa, no soy muy de analizar. Quizá “mientras haya un solo justo”…
Confía en mí, como hacen los amigos, aunque si no es así no te culpo. Mil cosas pueden pasar. Si no actúo como esperas, piensa en lo que me puede justificar, en algo que me pueda absolver: acertarás."
Al terminar de leer el escrito de mi amigo, recordé lo que decían de otro gurú dedicado a las finanzas:   cuando iba a tomar decisiones, una vez recopilados los datos objetivos de las empresas cotizadas, pasaba los días sin consentir que nadie le hiciera ningún comentario de tipo económico; no escuchaba las noticias ni leía los periódicos. Solo, en su despacho, buscaba la mayor objetividad. Nunca realizó una mala inversión.



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