martes, 9 de diciembre de 2014

Ni muñecas ni marionetas: una ensoñación de la versión y adaptación de Cornelles y Flores de "Casa de Muñecas" de Ibsen

Los actores deambulan por el escenario, gesticulan, mueven los labios como si hablasen. En el centro de la estancia, un sofá se encuentra ocupado: tendida cuan larga es, NORA. Permanece con los ojos cerrados, dormida, mientras, a su alrededor, se representa una obra de la que no se oye nada.
Luego, se escucha una voz de hombre; lo inunda todo, es cálida, no abrumadora ni estridente, denota calma y seguridad.
VOZ.─¡Nora! (No hay respuesta. Todo sigue igual. NORA, tendida en el sofá, aparentemente dormida,  y los actores moviéndose en silencio. Vuelve a escucharse LA VOZ con algo más de volumen.) ¡¡Nora!! (NORA, se mueve inquieta, abre los ojos, se incorpora lentamente y se sienta.) ¡Nora!
NORA.−¿Sí? ¿Quién me llama? (Mira alrededor con interés mientras el resto de los actores siguen en la misma situación moviéndose y gesticulando, sin escuchar nada que salga de sus labios.)
VOZ.─Nora: no temas a la soledad. Ella, la soledad, es el estado más puro de la persona. Es en soledad cuando nos despojamos de las adherencias que,  a modo de lapas, se nos alojan, ¡rémoras!, en el pensamiento. (En ese momento, NORA mira a lo alto, hacia la parte superior derecha del escenario, donde luce una tenue luz roja. El resto de los actores sigue en la misma situación, ajenos a LA VOZ y a NORA.) Se te podría ocurrir transigir, soportar la humillación que te sitúa al mismo nivel que las zapatillas que tienes ahí, a tu alcance. Si decidieras convertirte en nada, tu memoria quedaría en poder de los otros. Ya sabes de lo que son capaces los que te rodean, esos que se mueven en torno a ti y hablan sin que les importes. Míralos, cada uno con sus anhelos, sus motivos, sus intereses. (NORA mira durante un momento a los actores.)Tú, que te has desvivido por tu marido revolviendo cielo y tierra para salvarlo, ya has comprobado su incongruencia y lo que realmente le importa. (NORA asiente, con lentitud, moviendo la cabeza.) Nada de ardillita ni de alondra gorjeante ni de baile de disfraces. Tampoco mascota, muñeca ni marioneta. No vendas tu libertad por  no estar sola  y por llevar la compañía de viajeros que solo piensan en sí mismos y sus frustraciones; una compañía, además, insegura, sin garantizar, porque es posible que llegases a la soledad de todas formas, como tantos otros llegan en la vida. El precio que pagarías por no comer, no dormir y no cambiar de año en soledad no te compensaría  el soportar la mezquindad y el egoísmo de tu compañero. ¡Vete! (Ahora, los ojos de NORA se humedecen, pero sigue atenta a LA VOZ, que se torna más envolvente.) No entiendo tu pesar, Nora. Ya todo ha terminado; los aplausos te esperan; saludarás, indicarás con un gesto tu reconocimiento a los demás actores y a los que han trabajado para el éxito de esta obra; el público responderá y, sin embargo, seguirás con la tristeza en tu rostro mientras te inclinas, por el motivo que solo tú conoces.

(Se hace la oscuridad por un instante. Cuando vuelve a haber luz, NORA se encuentra tumbada, de nuevo, en el sofá, dormida. Entran la SEÑORA LINDE  y el DOCTOR RANK, que con su charla despiertan a NORA. Continúa la representación.)

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