martes, 1 de octubre de 2019

El juicio de ZD: 18. Aspectos marginales (I). Entre la petulancia y el ridículo


Tuvo que ser un perito extranjero  el que diese una lección de bien hablar y respeto en el uso de la lengua española cuando se refirió a “momentos de interlocución”. Situación que otros castizos testigos, con el castellano como lengua materna, despacharon con un sonoro y malsonante “interlocutar”.
Existen estamentos, o ambientes si se quiere, en los que, por algún tipo de complejo, se esfuerzan en distinguirse del común de los mortales procurando utilizar palabras o expresiones que sobrepasan el rico acervo lingüístico del que disponemos. Ya pueden académicos y expertos dar toques de atención sobre el empobrecimiento cultural que supone ese maltrato a nuestra lengua. Unos se darán pisto eliminando artículos en nombres que los han llevado toda la vida y otros se inventarán, por desidia o para significarse, expresiones  o palabros que relegan a otros vocablos de mucha tradición o, incluso, de gran belleza. Ese esfuerzo por parecer entendido, por utilizar una jerga que pretende acrecentar la sensación de encontrase ante personas u ocupaciones superiores resulta ridículo. Si fuesen conscientes de ello les saltarían los colores a la cara, si todavía alguien no ha perdido esa capacidad.
¿Se puede discutir que “parlamentar” no refleja mucho mejor, tiene más solera y es más estética, para referirse a la situación de interlocución entre policías y manifestantes,  que “interlocutar”? Pero eso sería demasiado sencillo para los que complicar las cosas es elevarse por encima de la plebe. Del mismo corte es la utilización de “peticionar” por no decir “pedir”. ¿Quizá por concomitancia con la limosna? Vaya Vd. a saber. ¿Y qué me dicen de “vandalizando”, que es gerundio? A alguien la habrá parecido que si existe vandalismo puede utilizar sin reparos el verbo vandalizar. Vándalos del lenguaje es lo que son.
Esa misma elevación es lo que debió pretender el testigo al que le sabía a poco un simple “nos dijeron” o “nos comunicaron”, propios de las personas llanas, y tuvo que soltar un “nos compartieron”, seguramente influencia de la proliferación de esos grupos de vivencias espirituales o de superación personal donde se insta a compartir experiencias. ¿No es para soltar la carcajada?
Para reírse es también la forma de evitar, quizá por oscuras y profundas asociaciones, el término “pareja” para referirse a dos policías en misión. Como si decir “pareja” evocase irremediablemente a dos sujetos cometiendo guarrerías. ¡Adonde hemos llegado! Pues a inventarse que la expresión matemática “binomio” es aplicable a la pareja de guardias de toda la vida. Así que el 1 de octubre, día de marras, hubo binomios que pasaron del álgebra a visitar, con su parte literal y todo, colegios electorales; monomios infiltrados que informaban de los acontecimientos y polinomios con casco y defensa al mando de Newton o de Ruffini.  Los niños ya no se pondrán en las escuelas por parejas para ensayar pasos de baile y trabajar la psicomotricidad, ahora formarán binomios. De risa, ya digo.
Debería existir un libro de estilo lingüístico para las fuerzas de seguridad, y así podríamos evitar escuchar eso de vehículos “no logotipados” para referirse a los coches camuflados, palabra esta mucho más elegante y que algunos testigos sí han utilizado haciendo gala de su buen gusto. Lo mismo podríamos decir de los dichosos “brifings” (escrito tal como suena) que tantas veces hemos escuchado en este juicio. ¡Con lo bien que quedaría “reunión previa” o “reunión informativa”!
Ya no tenemos folletos ni trípticos ahora tenemos “flaiers”, y “col center” (también escritos como suenan) que no es, esto último, un tipo de verdura. No comprendo la razón por la que si en el fútbol se hace el esfuerzo de decir  saques de esquina y fuera de juego, otros mundillos se van a lo fácil, pero penoso, de pronunciar a lo inglés.
Estas cosas del lenguaje me han traído por la calle de la amargura durante el juicio. Tan es así que puede que a lo largo de las sesiones tuviera una especie de paranoia y escuchase lo que nunca se pronunció. Porque hubiera sido demasiado que se hubiera dicho “baipasar” de bypass. A mí me lo pareció, pero quizá me lo imaginase, por la obsesión.
Ojalá todos hubieran puesto el mismo miramiento en el hablar que el testigo que mencionó la “bufanda tubular” por no soltar ante tan magno auditorio aquello de “braga”. Me quito el sombrero ante semejante esfuerzo.


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