Aldeabitácora ha conseguido la colaboración de ZD, el Zorro
Desenmascarador, para realizar un seguimiento del juicio que comenzó recién en
el Tribunal Supremo de España sobre el intento de secesión de Cataluña. No se
trata de un serial periódico sobre las sesiones de la vista. ZD nos transmitirá
sus pensamientos, opiniones y comentarios cuando lo considere necesario para
que resplandezca la justicia y la verdad o cuando su reflexión signifique el
fomento de la capacidad de discernimiento y la comprensión de la sociedad
actual. Justicia y verdad: son las señas de identidad de este caballero andante
del siglo XXI con unos ideales compartidos con Aldeabitácora.
Los ciudadanos que pueden seguir de primera mano, en directo, lo
que se dice en el juicio que ha empezado en el Tribunal Supremo de España
contra los acusados de intentar la independencia de Cataluña son dignos de
felicitación. Es para recibir la enhorabuena si se tiene la posibilidad
de poder prescindir de titulares y resúmenes que, en ocasiones con intención y
en ocasiones por prisa o impericia, nos darán una visión sesgada de lo que
realmente ocurrió y se dijo. Nos podrían presentar como importante lo nimio e
intrascendente, intentando que el lector, oyente o espectador, se forme una
idea errónea del clima o de la actitud de los intervinientes; y, por supuesto,
excluyendo del titular o del resumen circunstancias relevantes que tienen que
ver directamente con los hechos juzgados.
Falta mucho para alejar las viejas costumbres de manipulación
informativa, por más que resulte del género tonto arriesgarse a hacer el ridículo
con trucos de edición cuando tantas personas pueden conocer lo que sucede sin
necesidad de que se lo cuenten y, además, comentarlo. Por muchos riesgos
que supongan las redes sociales, por mucho que nos adviertan de influencias
procedentes de China o de Rusia para crear opinión y dirigir nuestras
decisiones políticas, no cabe duda de que la posibilidad de conocer sin intermediarios eleva la democracia a
niveles superiores de calidad. Como nos han obligado a dudar de todo lo que se
nos cuenta, a solo creer si metemos la mano en la herida del costado, con esto
de las cuentas falsas que alguien envía desde las estepas de Siberia se llega a
pensar si tratan de asustarnos exagerando la influencia de tales ciberataques:
la manipulación de la manipulación.
Todavía, como reminiscencias de una decadente aristocracia
cultural, se pueden encontrar gentes que abogan por las clases dirigentes, por
los líderes, por los “imprescindibles”
entendidos que dirán a la gente lo que les conviene y lo que deben pensar.
Cuando se tilda a alguien, a una actitud, a un movimiento, de populista, en el
sentido en que se utiliza en la actualidad, se está demostrando un talante
profundamente antidemocrático, aparte de indicar una necesidad de creerse
superior. ¿Existe algo más populista que confiar el destino de pueblos y
naciones a la decisión que toman los ciudadanos al depositar su voto en la
urna? Ciudadanos con distintos niveles de conocimiento, de experiencias, de
habilidades intelectuales, de capacidad de comprensión de mensajes políticos, de
altruismo, de intereses económicos, etc., toman decisiones y condicionan la
vida de sus semejantes. A los que no se les cae de la boca el casi insulto
“populista” les gustaría, en el fondo, volver a restringir la capacidad de
decisión para entregarla a ciertos grupos considerados superiores.
Lo que pude ver en el juicio a los líderes del independentismo
catalán fue un aviso, una advertencia del presidente del tribunal para que no
se volviera a producir la carcajada que a alguien se le escapó, seguramente
producto de la tensión o del nerviosismo,
sin que el interrogado diera pie a tal jocosidad. Esto se elevó a la
importancia de titular en el que se
decía que el presidente “amenazó” con desalojar, para dar la impresión, seguramente,
de que no se tomaba al tribunal en serio. Por eso esos titulares no utilizaron
“avisó” ni “advirtió”. Nada más lejos de la realidad: los interrogados,
intervinientes y público mostraron una actitud absolutamente respetuosa.
También he comprobado cómo no se ha destacado suficientemente la
calificación que Forn hizo de la versión de uno de los fiscales referente a la
salida de componentes de la comisión judicial del edificio público rodeado por
manifestantes. Lo que para el fiscal era “una salida por los tejados”,
imagínense la situación, el procesado aclaró que se trató de superar un pequeño
muro de algo más de un metro, y no pudo evitar decir que en la Fiscalía
mostraban los hechos de forma “peliculera”. Demoledor.
Forn contestó con rotundidad, por derecho, sin subterfugios ni
evasivas sobre lo que fue y lo que no pasó, lo que sabía y lo que le era
desconocido, con argumentos convincentes y sin amilanarse ante un fiscal
empeñado en negarse a sí mismo lo que acababa de decir. Un fiscal que, lejos de
lo que cabía esperar, utilizó algunos argumentos de base jurídica y política
bastante simples y poco elaborados en la jornada previa al comienzo de los
interrogatorios: “Segovia no es de
los segovianos ni Zaragoza de los zaragozanos”, dijo como ejemplo de
ilegitimidad del supuesto derecho de audeterminación de los catalanes. Sobre
ese “es” habría mucho que decir, aunque solo sea desde el punto de vista
filosófico. Si decimos “es de” todo se aclara mucho más porque ese “de” lo hemos
aprendido de maravilla, desde niños. ¿De quién es Segovia? Segovia es Patrimonio de la Humanidad. Me van a
perdonar la demagogia, pero quizá nos ayude a reflexionar: Segovia no es de los
segovianos, pero pazos, latifundios y fortunas crecidas al calor del mando de
un estado dictatorial surgido de una rebelión contra un poder democrático tras
una cruenta guerra civil seguida de represión, de la que no se privaban de
fusilar, sí “son de”. Segovia y
Zaragoza son de todos los españoles;
para otras cosas no somos tan comunistas .Un fiscal afirmando como ciertos
hechos sobre vehículos policiales dañados y llamadas telefónicas realizadas, y
un acusado desmontando con facilidad esos argumentos. No sé si cargar las tintas
de esa manera por parte de la Fiscalía para justificar su calificación de los
hechos es procedente. Podrá convencer al tribunal, pero a mí no me ha
convencido.
Junqueras: contestó, a placer, a las acusaciones sin escucharlas, nos privó
de un toma y daca tan interesante como el del interrogatorio de su compañero
Forn. Volvimos a escuchar los argumentos del independentismo catalán y su
talante no violento y recalcó el carácter
pacífico de sus discursos y escritos.
Hasta se calificó de buena persona, con lo que entró en el terreno de buenos y
malos del que, supongo, el tribunal saldrá echando chispas. Tuve la misma
sensación que cuando el expresidente del
gobierno que apoyó la guerra en Irak nos espetó “créanme” al no poder encontrar
más razones que su credibilidad y su buena voluntad.
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