martes, 20 de enero de 2015

Ferro producciones

Más allá de los grandes, rimbombantes y presuntuosos fastos culturales  existe una red de pequeñas compañías de todo tipo que con su trabajo llevan fuera de las grandes capitales espectáculos diversos. La labor de de esas creaciones, de esas producciones, generalmente es poco reconocida, y he recordado otras situaciones  en las que, al contrario, loas e incienso ensalzan a selectos habitantes del mundo creativo.
Muchas veces, al ver esas masas sentadas frente a un escenario donde se van desgranando reconocimientos y se imponen medallas,  me pregunto si esas obras y trabajos premiados influyen realmente en la difusión de la cultura; si los medios desplegados se justifican, visto después el impacto social. A esos niveles, y no me refiero solamente al cine,  los que forman parte del mundillo se premian a sí mismos y el resultado es proclamado a los cuatro vientos con altavoces;  pero tengo la impresión de que a la mayoría de la gente le importa poco; y parece un mundo cerrado donde las relaciones y la pertenencia al club, dentro de unos parámetros, son fundamentales para llevarse un trozo del pastel. Me gusta utilizar el término endogamia para referirme a ello.  Reconozco que esta situación no se da solamente en el mundo del espectáculo y de la cultura, otras profesiones y actividades existen solo para ellas mismas. Son mundos aparte que producen para su propio consumo, lo transmiten para sí mismos, hablan de ello entre sí, y organizan galas para premiarse unos a otros. En el fondo, no hay nada que objetar a que grupos de personas monten los espectáculos que quieran, destaquen a quien les parezca, se alborocen y emocionen; el problema es el combustible que alimenta todo ese engranaje. Sí, la pregunta es: ¿quién paga?
Cuando se destinan fondos públicos a una actividad, la que sea, hay que abrirla y democratizarla; se debe procurar la participación de la gente, difundir al máximo las obras, y que los premios, si ha de haberlos, sean asignados por  espectadores y usuarios.
Alabo las producciones alternativas, con pocos medios, sin campañas de marketing. Apoyo a los artistas que renuncian a los premios institucionales o gremiales: quiérase o no, el premio obliga, te introduce en el redil, te sube a la correa de transmisión. Busca, si quieres buscar algo, solo el aplauso popular: es espontáneo y libre de ataduras.
La cultura necesita recursos económicos, pero con el objetivo de que la población pueda acceder a ella. Es necesario reducir impuestos y subvencionar para que el disfrute de la música en vivo, el teatro, el cine, los museos, la literatura y el conocimiento no sean artículos de lujo. Redúzcase el precio de la entrada en teatros y auditorios cuando han sido creados por instituciones públicas; si lo han pagado todos, deben estar al alcance de todos.

Es la ayuda pública, a pequeña escala, la que reivindico; la que está pegada al ciudadano y le permite el acceso a las obras creativas en el pequeño local municipal de su pueblo  o de su barrio. Al igual que la pequeña empresa es fundamental en el tejido productivo de España, el fomento de pequeñas compañías que inunden el país con proyecciones,   actuaciones y representaciones dará  vida a la verdadera cultura.




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