Más allá de los grandes, rimbombantes y presuntuosos fastos
culturales existe una red de pequeñas
compañías de todo tipo que con su trabajo llevan fuera de las grandes capitales
espectáculos diversos. La labor de de esas creaciones, de esas producciones,
generalmente es poco reconocida, y he recordado otras situaciones en las que, al contrario, loas e incienso
ensalzan a selectos habitantes del mundo creativo.
Muchas veces, al ver esas masas sentadas frente a un
escenario donde se van desgranando reconocimientos y se imponen medallas, me pregunto si esas obras y trabajos premiados
influyen realmente en la difusión de la cultura; si los medios desplegados se
justifican, visto después el impacto social. A esos niveles, y no me refiero
solamente al cine, los que forman parte
del mundillo se premian a sí mismos y el resultado es proclamado a los cuatro
vientos con altavoces; pero tengo la
impresión de que a la mayoría de la gente le importa poco; y parece un mundo
cerrado donde las relaciones y la pertenencia al club, dentro de unos
parámetros, son fundamentales para llevarse un trozo del pastel. Me gusta
utilizar el término endogamia para referirme a ello. Reconozco que esta situación no se da
solamente en el mundo del espectáculo y de la cultura, otras profesiones y
actividades existen solo para ellas mismas. Son mundos aparte que producen para
su propio consumo, lo transmiten para sí mismos, hablan de ello entre sí, y
organizan galas para premiarse unos a otros. En el fondo, no hay nada que
objetar a que grupos de personas monten los espectáculos que quieran, destaquen
a quien les parezca, se alborocen y emocionen; el problema es el combustible
que alimenta todo ese engranaje. Sí, la pregunta es: ¿quién paga?
Cuando se destinan fondos públicos a una actividad, la que
sea, hay que abrirla y democratizarla; se debe procurar la participación de la
gente, difundir al máximo las obras, y que los premios, si ha de haberlos, sean
asignados por espectadores y usuarios.
Alabo las producciones alternativas, con pocos medios, sin
campañas de marketing. Apoyo a los artistas que renuncian a los premios
institucionales o gremiales: quiérase o no, el premio obliga, te introduce en
el redil, te sube a la correa de transmisión. Busca, si quieres buscar algo,
solo el aplauso popular: es espontáneo y libre de ataduras.
La cultura necesita recursos económicos, pero con el
objetivo de que la población pueda acceder a ella. Es necesario reducir
impuestos y subvencionar para que el disfrute de la música en vivo, el teatro,
el cine, los museos, la literatura y el conocimiento no sean artículos de lujo.
Redúzcase el precio de la entrada en teatros y auditorios cuando han sido
creados por instituciones públicas; si lo han pagado todos, deben estar al
alcance de todos.
Es la ayuda pública, a pequeña escala, la que reivindico; la
que está pegada al ciudadano y le permite el acceso a las obras creativas en el
pequeño local municipal de su pueblo o
de su barrio. Al igual que la pequeña empresa es fundamental en el tejido
productivo de España, el fomento de pequeñas compañías que inunden el país con
proyecciones, actuaciones y
representaciones dará vida a la
verdadera cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario