Los actores deambulan
por el escenario, gesticulan, mueven los labios como si hablasen. En el centro
de la estancia, un sofá se encuentra ocupado: tendida cuan larga es, NORA.
Permanece con los ojos cerrados, dormida, mientras, a su alrededor, se representa
una obra de la que no se oye nada.
Luego, se escucha una
voz de hombre; lo inunda todo, es cálida, no abrumadora ni estridente, denota
calma y seguridad.
VOZ.─¡Nora! (No hay respuesta.
Todo sigue igual. NORA, tendida en el sofá, aparentemente dormida, y los actores moviéndose en silencio. Vuelve a
escucharse LA VOZ con algo más de volumen.) ¡¡Nora!! (NORA, se mueve inquieta, abre los ojos, se incorpora lentamente y se
sienta.) ¡Nora!
NORA.−¿Sí? ¿Quién me llama? (Mira
alrededor con interés mientras el resto de los actores siguen en la misma
situación moviéndose y gesticulando, sin escuchar nada que salga de sus
labios.)
VOZ.─Nora: no temas a la soledad. Ella, la soledad, es el estado
más puro de la persona. Es en soledad cuando nos despojamos de las adherencias que,
a modo de lapas, se nos alojan,
¡rémoras!, en el pensamiento. (En ese
momento, NORA mira a lo alto, hacia la parte superior derecha del escenario,
donde luce una tenue luz roja. El resto de los actores sigue en la misma
situación, ajenos a LA VOZ y a NORA.) Se te podría ocurrir transigir,
soportar la humillación que te sitúa al mismo nivel que las zapatillas que
tienes ahí, a tu alcance. Si decidieras convertirte en nada, tu memoria
quedaría en poder de los otros. Ya sabes de lo que son capaces los que te
rodean, esos que se mueven en torno a ti y hablan sin que les importes.
Míralos, cada uno con sus anhelos, sus motivos, sus intereses. (NORA mira durante un momento a los
actores.)Tú, que te has desvivido por tu marido revolviendo cielo y tierra
para salvarlo, ya has comprobado su incongruencia y lo que realmente le
importa. (NORA asiente, con lentitud,
moviendo la cabeza.) Nada de ardillita ni de alondra gorjeante ni de baile
de disfraces. Tampoco mascota, muñeca ni marioneta. No vendas tu libertad por no estar sola
y por llevar la compañía de viajeros que solo piensan en sí mismos y sus
frustraciones; una compañía, además, insegura, sin garantizar, porque es
posible que llegases a la soledad de todas formas, como tantos otros llegan en
la vida. El precio que pagarías por no comer, no dormir y no cambiar de año en
soledad no te compensaría el soportar la
mezquindad y el egoísmo de tu compañero. ¡Vete! (Ahora, los ojos de NORA se humedecen, pero sigue atenta a LA VOZ, que
se torna más envolvente.) No entiendo tu pesar, Nora. Ya todo ha terminado;
los aplausos te esperan; saludarás, indicarás con un gesto tu reconocimiento a
los demás actores y a los que han trabajado para el éxito de esta obra; el público
responderá y, sin embargo, seguirás con la tristeza en tu rostro mientras te
inclinas, por el motivo que solo tú conoces.
(Se hace
la oscuridad por un instante. Cuando vuelve a haber luz, NORA se encuentra
tumbada, de nuevo, en el sofá, dormida. Entran la SEÑORA LINDE y el DOCTOR RANK, que con su charla
despiertan a NORA. Continúa la representación.)
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