Están ahí para que tú los mires, y te miran de frente, en
blanco y negro; posaron para ello, en su
campo de refugiados, al que llegaron tras ser amenazados allá donde vivían, en
Mali, en la República Centroaficana, Sudán o Siria. Ahora, desde el Kurdistán iraquí, desde
Sudán del Sur, desde la Repúbica Democrática del Congo o desde Burkina Faso nos
llegan sus imágenes; algunos de ellos con sus familias, o con lo que queda de
ellas, y muestran, a veces como se muestran las ofrendas a los dioses, aquello
que consideraron lo más importante para llevarse al destierro.
Amenazas, crímenes sobre vecinos o familiares, destrucción
de su casa, acoso sexual, miedo, dolor, espanto…
Coge lo imprescindible, organiza a tu familia, si no te vas
en soledad, llévate algún alimento, si lo tienes, y huye. Mira por última vez antes de
la partida y escoge algo que guardarás sagradamente porque recordará tu
dignidad y te unirá a tus raíces.
Así, María, que con tus diez años caminaste descalza tres
meses, contrajiste la malaria y estuviste sin comer diez días. Cuando saliste
hacia Sudán del Sur te llevaste un bidón para agua, vacío, como objeto más
preciado. Ahora tu fotografía me mira: tú sola y tu bidón.
Benjamin, cuarenta años, cargó con su máquina de coser hasta
ponerse a salvo en el campo de refugiados; gracias a ello puede realizar algún
trabajo en su tienda de campaña.
Jean Baptiste, enfermero de cuarenta y cinco años, muestra
su carnet de identidad de la República Centroafricana. Derecho a ser refugiado.
Bonheur, con nueve años, no se llevó ningún objeto. Solo
tiene su vida y a su familia.
Mariam Diallo abandonó Mali por amenazas debidas a su
negativa a llevar pañuelo y nos enseña sus pendientes como objeto más preciado.
Omar Al-Bashir, que también huyó de Mali, muestra su reloj
porque vivir sin tiempo es morir.
Omar Ag Chakude posa con turbante tuareg delante de su
tienda, orgulloso de haberla transportado hasta el campo de Burkina Faso.
Abdau Ag Moussa, de
34 años, su moto le acompañó desde Mali y no se separa de ella.
May tiene ocho años, se encuentra en un campo de refugiados
en el Kurdistán iraquí tras huir de Siria. Nos enseña las pulseras, aunque le
hubiera gustado más llevarse su muñeca; con las prisas la dejó en casa.
Omar, de 37 años, hizo el mismo recorrido que May y se llevó
su buzuq, para hacer música.
Iman, mujer de 25 años, huyó de Alepo por acoso sexual. Su objeto más
preciado es un libro desgastado de tanto uso; es un corán.
Alia es una mujer de 24 años ciega y dependiente de una
silla de ruedas que huyó de Siria. Cuando le preguntaron por lo más preciado
para ella respondió: el alma. ¿Y la silla de ruedas?, le dijeron. Contestó: “la
silla de ruedas parece que es de mi cuerpo”.
Hassan no sabe la edad que tiene. Cree que puede estar entre
60 y 70. Huyó de Sudán salvando su billetera; la enseña completamente vacía.
Dice que ahora es un indigente.
Ahmed, diez años, se ha fotografiado con su mono mascota.
Dowla, mujer de 22, se llevó un largo palo de madera. Con él
y unas telas consiguió transportar a sus seis hijos, durante diez días, hasta
Sudán del Sur.
Howard, 21 años, muestra su largo cuchillo shefe.
Jean, de 36, consiguió llevarse su red de pesca.
60 años tiene Homaia Ag Bara; consiguió llegar a Burkina
Faso desde Mali con dos burros que le sirvieron para transportar a su esposa y
cuatro hijos. Otros dos hijos no pudieron ir con ellos porque fueron
asesinados.
Leila tiene nueve años, está en un campo de refugiados del
Kurdistán iraquí y procede de Siria. Su objeto más preciado son unos pantalones
vaqueros con una flor.
Daud Ag Ahmidou, tiene 45 años. Aparece en la fotografía con
su almohada tuareg; dice que le une a sus antepasados y a sus tradiciones.
Fideline, de trece años, salió de la República
Centroafricana y es muy aplicada. Se pudo llevar sus cuadernos y su bolígrafo.
Lucie tiene 38 años, refugiada en la República Democrática
del Congo, sufre una discapacidad física y su objeto más preciado es una biblia.
El fotógrafo estadounidense Brian Sokol dedica su vida a mostrar
al mundo a las personas que sufren violaciones de sus derechos y crisis
humanitarias. Unas imágenes, y unas vidas, que nos interpelan y conmueven; podemos verlas en CaixaForum de Madrid, en
colaboración con ACNUR, hasta el 31 de Mayo de 2015.
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